En los últimos tiempos, Honduras ha sido testigo de una preocupante consolidación del partido Libertad y Refundación (LIBRE) como una fuerza hegemónica que amenaza la pluralidad democrática. Las instituciones del Estado, como el poder judicial y la presidencia del Congreso Nacional, han sido utilizadas para perseguir a los opositores políticos, generando inquietud sobre la construcción de un sistema de partido único.

Un hecho que levanta alarmas es la declaración del Diputado y Presecretario del Congreso Nacional de Honduras, Fabricio Sandoval, quien no solo se jactó de que LIBRE continuará en el poder, sino que también afirmó que todos sus rivales para los comicios generales estarán tras las rejas en la penitenciaría nacional de Tamara. Estas declaraciones, más allá de su descarada naturaleza, apuntan a un claro intento de eliminar cualquier competencia legítima en el escenario político.

El concepto de partido único, donde un solo partido político legal domina el panorama electoral, plantea serios cuestionamientos sobre la salud de la democracia en Honduras. En la teoría, un sistema unipartidista no debería recortar los derechos ciudadanos; sin embargo, la realidad en Honduras sugiere lo contrario. La instrumentalización de las instituciones estatales para reprimir a la oposición socava los principios fundamentales de la democracia, erosionando la confianza en el sistema y limitando la participación política.

Es crucial señalar que los sistemas unipartidistas no son ajenos a la historia política mundial. Han surgido en contextos diversos, desde regímenes comunistas hasta aquellos basados en el nacionalismo y el fascismo. En muchos casos, la consolidación de un único partido legal ha sido resultado de la supresión de la competencia y la limitación de la diversidad política.

En el caso de Honduras, la situación plantea la posibilidad de un sistema pseudo unipartidista, donde la legitimidad se ve comprometida por la falsificación de procesos electorales sin oposición al estilo de Venezuela, Cuba o Nicaragua. La democracia auténtica implica la participación activa de diversos actores políticos y la existencia de una competencia genuina que refleje la diversidad de opiniones y visiones en la sociedad.

Ante esta encrucijada, la ciudadanía hondureña se enfrenta a la tarea de reflexionar sobre el rumbo de Honduras. La construcción de un partido único no solo socava los cimientos de la democracia, sino que también representa un retroceso en la lucha por la libertad y la pluralidad. Es imperativo que la sociedad exija transparencia, respeto a los derechos políticos y una competencia justa en el proceso electoral para salvaguardar los principios democráticos que tanto costó construir.